Dueña de esta luna

martes, 19 de mayo de 2009

uno de los relatos del blog de Diego y relatado como castigo en el rol contrario pero nada, ni escribiendo me sale al revés.

".....Ambos habíamos llegado al hotel por distintos caminos, él de las reuniones pertinentes y ella de dedicar toda la tarde a como lo dominaría, como intentaría llevar los mandos con dignidad, le costaba mandar pero por otro lado ese punto le permítia tomar la iniciativa, y marcar ellas los tiempos del juego, el evitarse a esperar las ordenes de él, él lo sabía y de tanto en tanto le dejaba llevar las riendas a modo de azucarillo, ella también sabía que él le regalaba esos momentos de "mando".
Habíamos pedido una pizza en el hotel, ninguno había definido todavía quien llevaba las riendas esa noche, lanzandose a la piscina le retó a jugar ella a él:
Tengo una sorpresa para ti… pero antes tienes que prometerme algo.
Bajé la mirada y la mano hacia su pantalón. Ya le tenía como quería tenerle.
Issabel, lo que quieras, pero mírame cómo estoy. Mientras no sea esperar…
Bueno, solamente prométeme que me harás caso. Te va a merecer la pena.
Me miró, extrañado. Siempre le había dejado a él llevar el control en la cama, por lo que me sentía tremendamente excitada de pensar en lo que se avecinaba.
Le quité la camiseta mientras él se quitaba el pantalón. Los slips que llevaba dibujaban claramente su polla. Empecé a salivar solamente con verle.
Túmbate.- Le dije.
Se tumbó en la cama, dócil como un cordero. Yo seguía totalmente vestida, y le abandoné momentáneamente para coger las esposas, que aún estaban en mi bolso. Procuré que no las viera mientras me acercaba de nuevo a la cama, hasta situarme sobre él.
Le besé con ardor. Tenía ganas, muchas, de hacerle de todo. En un momento, le cogí las manos y se las puse por encima de su cabeza, poniéndole las esposas enredadas en el cabecero, no sin cierta dificultad.
¿Y esto?- Me preguntó. Parecía sorprendido, mas no contrariado. Mejor, la verdad.
Nada, que lo encontré por casa.
Mientras decía eso me quité las botas. En un tiempo récord para una patosa como yo, conseguí quedarme en ropa interior.
Hostias…- Murmuró.
Comencé a bajarle el slip. Él simplemente cogió aire.
Volví a poner la cabeza a la altura de la suya, y volví a besarle en los labios. De los labios a la oreja, de la oreja al cuello. Me entretuve en su nuez, pasando los labios sólo ligeramente. Bajé a sus hombros, a su pecho. Le besé los pezones mientras él suspiraba audiblemente.
Quería hacerlo durar, torturarle, tenerle cachondo perdido. Lo malo es que yo ya estaba empapando mis braguitas nuevas, y no sabía lo que sería capaz de aguantar.
Seguí besando su cuerpo, cada vez más abajo. El estómago, el ombligo… mis labios juguetearon en el vello que bajaba hacia su pubis, mi lengua trazaba un camino tortuoso y húmedo sobre su piel. Y él jadeaba. Y yo, qué coño. La habitación estaba totalmente caldeada, y encima nosotros contribuyendo a aumentar la temperatura.
Metí su glande entre mis labios, acariciándolo con suavidad. Quiso incorporarse, pero las esposas se lo impidieron. Realmente había sido una gran idea traerlas pese a que le daba cierto reparo incluirla en la maleta.
Seguí lamiendo su pene, enfrascada en mi tarea, y cachonda como pocas veces. Metí sus testículos en mi boca, les lamí, despacio; le lamí el ano, le introduje un dedo mientras recorría su polla con mi lengua, deteniéndome en el frenillo; me introduje aquél mango en la boca, hasta la garganta, intentando tragarlo entero. Él jadeaba, incapaz de articular ningún sonido coherente, excepto el "fóllame de una puta vez" que se le escapó en un momento. Decidí que, ya que teníamos toda la noche por delante, bien podía hacerle esperar un poquito más. Quería tenerle a punto de estallar. Eso fue un error.
No me había percatado de que las esposas tenían un mecanismo de apertura de seguridad por si se perdían las llaves. Cuando quise darme cuenta, X se había desembarazado de ellas, y me tenía sujeta por las muñecas, de rodillas en la cama, él situado tras de mí, y estaba colocándomelas, y echando el seguro para que no me las pudiera quitar como lo hizo él.
Las había apretado demasiado, me dolían las muñecas. La verdad, me daba igual, sabía que estaba totalmente a su merced, y aquello me estaba volviendo loca. Me besó casi ferozmente, metiéndome la lengua hasta la garganta.
Ponte contra la pared.- me gritó en un susurro.
Su tono de voz había cambiado, se había vuelto autoritario en extremo. Estaba un poquito asustada, no sabía si él tendría el control suficiente para no hacerme daño, pero aquello era… uff! No sé, tremendamente excitante. Aún así, no le obedecí (para variar).
Te he dicho que te pongas contra la pared, ¿has oído?
Según me dijo aquello, me empujó violentamente contra la pared, quedando yo de cara a ella y de rodillas en la cama. No me había hecho daño, y con semejante empujón, era difícil, así que llegué a la conclusión de que no tenía por qué preocuparme… lo cual alivió la tensión indefinida que estaba sintiendo al verle tan asalvajado.
Se pegó a mi cuerpo desde atrás. Sentía su miembro a través del encaje de mis braguitas, repegado a mis nalgas, calentito, hinchado, terso. Dios… yo estaba que me fundía.
¿qué vas a hacer?- dije.
¡No hables!- Según lo dijo, estrelló su mano contra mi culo.
Jamás hubiera pensado que eso me iba a poner como me puso. Estaba a mil, quería sentirle dentro, quería que me follase sin miramientos. Lo necesitaba, y cuanto antes. Sentí cómo mis jugos comenzaban a resbalarme por los muslos en pequeñas gotitas, nunca había lubricado tanto.
X, por dios, fóllame.
Eres una zorra.- Me contestó.- ¿Verdad que lo eres? Una zorra a la que le encanta estar encadenada, sin poder moverse, mientras la insultan.
Así era como yo me estaba sintiendo en aquel momento. Me sentía sucia, una puta, y capaz de cualquier cosa.
Venga, dímelo. Dime lo que eres.
Soy una puta.- Susurré, cogiendo aire. Oírme a mí misma diciendo eso hizo que sintiese un cosquilleo en mis partes bajas y le odiaba por obligarme a hacerlo.
Aham. Muy bien.- Me pegó de nuevo. Aquello me asustaba, pero me ponía tan cachonda… no me reconocía.- ¿Y qué quieres, zorra? Dilo.
Quiero que me folles. Joder, ¡Quiero que me folles!
No, putita. Todavía no.
Estaba cardiaca. Cardíaca y desesperada. No sabía lo que me esperaba, pero necesitaba esa polla metida dentro de mí. Estaba muy caliente. Quería que me follase a lo salvaje, pero nada más. Temía en parte lo que se le pudiera ocurrir, jamás le había visto tan violento… ni tan cachondo. Su pene presionaba contra mis nalgas con una dureza que nunca antes le había notado, aquello me encantaba, me enloquecía. No entendía lo que me estaba ocurriendo... yo no era así.
Sujetó con un tirón repentino mis muñecas sobre mi cabeza, pegadas a la pared. Las esposas me rasparon las muñecas con el movimiento. Con la otra mano, comenzó a hurgar en mis braguitas, frotándome el clítoris rápidamente. Colocó su polla entre mis piernas y su mano en mi pecho, y me atrajo hacia él. Me pellizcaba un pezón bajo el sujetador, mientras me mordisqueaba el cuello, y restregaba su miembro entre mis piernas. Sublime.
Óyeme, puta. Voy a follarte como no te han follado en la vida, ¿de acuerdo? Pero solo si te portas como debes… antes mójame un poquito.- Me estaba desatando solo de oírle degradarme de ese modo. ¿Porqué me excitaba de esa manera? En parte me odiaba a mí misma por ello, pero era tal el placer que aquello me provocaba, que mi capacidad de raciocinio ya no estaba muy en su punto.
Me cogió de la nuca y de un empujón me tiró en la cama.
Cómeme la polla.- ordenó.
Obedecí presta, metiéndome su pene en la boca. Me encantaba saborearlo, apretarlo suavemente con los labios mientras frotaba mi lengua contra su glande, atraerlo hacia mí. Era genial para mí hacerle correrse en mi boca, me había aficionado al sabor de su semen en aquellos meses, a sentir su leche caliente resbalando por mi garganta.
Me agarró del pelo y comenzó a follarme la boca. Yo me ahogaba entre mi saliva y su pene, no podía ni apretar los labios. No me estaba gustando aquello, pero seguía quemándome por dentro el deseo. Incomprensible.
Me sacó la polla de mi boca, y me dio un tortazo que me dejó la cara escociéndome, que no doliéndome, y me hizo caerme sobre el costado, en la cama.
Me puso de nuevo contra la pared, sujetándome las muñecas. Con la otra mano retiró mis braguitas, y de un envite me metió toda su polla en mi coñito. Ni siquiera me dolió, de lo lubricada que estaba. Gemí a lo bestia según sentí sus huevos chocando contra mí. Eso era el paraíso, él embistiendo a lo bruto contra mí, sujetándome, impidiéndome todo movimiento… con cada embestida suya me la clavaba más dentro, haciéndome gemir sin control ninguno. De pronto comenzó a acelerar el ritmo, haciendo que yo me aproximara a un tremendo orgasmo… y paró. El muy hijo de puta paró. Retrocedí bruscamente volviéndome a meter su pene entero en mi chochito, una y otra vez… hasta que sacó su polla de dentro de mí y se corrió en mi espalda. Yo aún no había terminado y no podía soportar aquel calentón, eso era un tormento. X lo notó, lo notó hasta en mi cara. Debió de ser una cara de decepción de órdago a la grande.
Ni siquiera me liberó de mis ataduras. Me besó en la cara, en los párpados, y se quitó la cinta de la muñeca, poniéndomela en los ojos. No podía ver absolutamente nada.
Me echó en la cama como buenamente pudo, bocarriba, ahora mucho más suave que antes. La posición era incómoda, puesto que las esposas se habían ido apretando progresivamente y me impedían cambiar la postura de los brazos; y tenía que mantenerlos a mi espalda. Seguía sin ver nada.
Repentinamente noté un roce húmedo en mis ingles, seguida por otro sobre la fina tela de mis braguitas. Noté su aliento cálido sobre mi piel, y cómo me bajaba las bragas, deshaciéndose de ellas. Me tenía como él quería, sin poder moverme ni ver nada.
Tras aquello me desabrochó el sujetador, que no sé dónde fue a parar. Me besó en los labios, sin dejarme meter mi lengua en su boca. Me besó en el cuello, en los pechos, en el estómago, y volvió a subir a mis pechos. Paseó su lengua por mis hombros, de nuevo por mi cuello; mordisqueó el lóbulo de mi oreja, provocándome un escalofrío de placer.
Siguió haciendo danzar su lengua inquieta por mi cuerpo, hasta que, repentinamente, dejé de sentirla. No veía ni podía moverme, por lo que sólo me quedaba esperar.
Noté sus manos en mis nalgas y su aliento de nuevo en mi coño, todo a la vez. No pude evitar dar un bote y un gemido cuando su lengua alcanzó la parte superior de mi hendidura, haciéndome gemir con cada roce de ella. Siguió explorándome con la lengua mientras me metía tres dedos en mi chochito, ya chorreante del todo… Noté una explosión de placer mientras se me arqueaba la espalda y gritaba como una poseída. Fue el orgasmo más intenso que había sentido hasta entonces, mis piernas no paraban de temblar.
Fue entonces cuando X me devolvió la vista, quitándome la cinta de los ojos, y la libertad de movimientos, quitándome las esposas. Me besó dulcemente las rozaduras profundas que me habían dejado las esposas, y besó mis labios.
Intento acabar cada uno de los relatos como dominante yo pero nada, no hay modo de ello, siempre acabo de este otro modo, vamos que el esfuerzo lo hago pero siempre me traiciona

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